jueves, 2 de octubre de 2008

Un huésped inesperado

por Alicia L. Alarcón


Un atardecer llegó un mendigo a la Isla de Ítaca. Allí reinaba el caos, los pretendientes de Penélope querían asesinar a Telémaco, su hijo para apoderarse del trono. Al enterarse de que un extranjero había llegado al reino Penélope, lo llamó para solicitarle noticias de su esposo Ulises.
El mendigo acude al palacio y le asegura que ha visto a Odiseo. Al hablarle le infunde confianza, nunca nadie además de su esposo le había hablado de esa manera. Penélope lloró, estaba desesperada pero el mendigo con ánimo le dice:
- Pronto vendrá, ya ha terminado la Guerra de Troya.
- Ojalá. ¡OH forastero! ¡Hace veinte años añoro su presencia!
- Juro por Zeus, que tu marido está a salvo y no permanecerá mucho más tiempo lejos de su familia y su tierra.
- Forastero, que vienes de lejanas tierras, por esta noche serás mi huésped. La anciana Euriclea, que ha criado a su señor Ulises te lavará los pies y las manos-
Euriclea, se acercó al mendigo, él vuelve su rostro hacia la penumbra de la habitación. La vieja acercó la vasija con agua tibia para asirle el pie; y a él le entró el temor que la anciana reparase en cierta cicatriz, de la herida que le había hecho un jabalí cuando pequeño al ir a cazar al Parnaso, con su abuelo Autólico y todo quede al descubierto.
Euriclea se acercó a su señor vio la cicatriz y rompió en llanto silencioso para no alertar a Penélope.
- ¡Hay hijo mío! Ningún mortal a dedicado tantos sacrificios a Zeus, como tú. ¡Tantos años lejos de tu reino, que está a punto de serte arrebatado!
- ¡Jamás! me será arrebatado y tú me ayudarás. Como me ayudaron Atenea y los feacios, suministrándome los medios para llegar a Ítaca. Mantén el secreto, por mí y por la hija de Icario, mi amada Penélope.
- Te he criado a mis pechos y no voy a perderte.-Le dice con profundo sentimiento. - ¡Te señalaré cada uno de tus enemigos dentro y fuera del reino para que los destruyas!
- Euriclea, guarda silencio y confía en los Dioses.
- ¡Mi señor! ¿De qué modo te ayudaron los feacios?
- En realidad le debo todo a Nausícaa, la hija de Alcinoo y Arete. Después de zarpar de la Isla de Capilpso, fuimos victimas de un naufragio. La corriente me arrastró hasta un lugar desconocido. Maltrecho y herido me quedé dormido y cuando desperté me encontré con unas mujeres. Todas huyeron sólo una permaneció atónita frente a mí Nausícaa, parecía una diosa, una ninfa.
- ¡Hay mi señor! Hablas de ella con tanta nostalgia.
- Al caer la tarde, ella regresó con sus sirvientas y me indicó el camino al palacio; debí caminar por largo tiempo detrás del carruaje.

- Tus ojos señor, tienen un brillo especial.
- ¡Mujer! Nausícaa, me ha confesado su admiración y su deseo de ser mi esposa.

Ulises queda pensativo, recuerda a Alcinoo, dispuesto a entregarle su hija en matrimonio.
Pero Ulises, debía volver a recuperar su reino y su amor. La vieja después de haberle lavado y ungido los pies se retiro silenciosa pero feliz porque su señor había regresado.
Ulises se acercó al fuego, para calentarse, se cubrió con los andrajos y se quedó dormido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ME PARECIÒ MUY BUEN ARGUMENTO SE NOTA TU PASIÒN POR LA ODISEA SOS PROFE ES EVIDENTE