Tenía 6 años cuando mis padres dejaron este mundo. Muy vagos recuerdos han quedado de esos tiempos, de mis padres, del accidente, Por lo general en mi familia trataban de aislar a los menores de las situaciones trágicas, para ellos. Un accidente automovilístico fue el causante de la desgracia, según mis abuelas.
Sin muchas explicaciones fui a parar a Junín, a la casa de unos amigos de mis padres. Eran mis padrinos, desconocidos para mí hasta ese momento.
Fausto y Virginia se encargaron de mi crianza. Eran buena gente, se ocupaban que nada me falte y estaban en todo lo que necesitaba. Tampoco les traía muchos inconvenientes. Siempre fui un chico tranquilo, obediente, un poco inculcado por mis padres y otro poco para no ser molestia ante las personas que sin interés, aparente, me cuidaban y criaban.
Fausto era un hombre conservador, clásico. Acostumbrado a su vida matrimonial sin hijos, a mi parecer le costó adaptarse a mi presencia. Era Virginia la que mediaba para que, utilizando toda su paciencia, pueda soportar mis travesuras, juegos y demás cosas que acarrean los niños. Le costó, pero creo que un día… me empezó a querer.
Ese día me llevó al sótano de la casa. Hasta ese momento no sabía que existía, pero no era el único, Virginia tampoco lo sabía.
Todo estaba oscuro, sólo se observaban a la distancia unos frascos por los cuales atravesaban pequeños rayos de luz. Parecía un laboratorio, pero… lo era? “Fausto no puede tener un laboratorio” pensaba. Apenas sabe escribir su nombre y para leer una frase deletrea una a una las letras hasta que uno se cansa y se ofrece a leerle lo que tiene delante.
Pero estaba equivocado, Fausto sabía más de lo que yo pensaba y de lo que demostraba.
Ante todo recalcó con ímpetu que lo que estaba por enterarme era un secreto familiar que muy pocos lo sabían, sólo los hombres de la familia tenían permitido saberlo.
Permanecí callado, no quería preguntar nada, sólo esperaba que Fausto empiece a hablar. Bajó con dificultad las escaleras y encendió las luces. El lugar era un laboratorio, no estaba equivocado.
Esa casa estaba habitada hace cientos de años, tantos que ni él sabía. Hace mucho tiempo sus ancestros comenzaron investigaciones sobre: la inmortalidad. Cuando oí eso comencé a reír, por dentro, “eso es imposible” pensé.
Tomó unos pesados biblioratos, llenos de polvo, libros y fichas que atestiguaban todo lo investigado. Todo, absolutamente todo lo que leí tenía coherencia.
Una de las investigaciones hablaba de la clonación de seres de la misma especie, lo más cercano a la inmortalidad, a perpetuarse en el tiempo con la información genética que uno trae. Al llegar a ese tema su rostro cambió de repente, parecía como enfurecido. Él no tenía hijos pero si un hermano, éste fue quien vendió los datos de la clonación a un tercero, la información paso de mano en mano hasta hacerse de conocimiento público y…adiós secreto. Traté de calmarlo y lo logre pero con dificultad. Demostraba que era muy importante toda la información que me estaba transmitiendo y de esta manera me hacía sentir a mí por confiarme tantos datos.
El final de la muestra fue lo mejor, pasamos a un cuarto contiguo, lo que vi me horrorizó en un principio, pero al verlo con ojos científicos me maravilló. Había cuatro cuerpos, en tubos llenos de líquido. Estaban muertos, aunque según Fausto no del todo porque contenían información que daba vida, información genética.
Luego de este momento comenzamos a bajar al sótano todos los días, sin que Virginia lo supiera. Investigábamos juntos, y comenzó a enseñarme todo lo que sabía, pues algún día el no estaría más y debía seguir con el trabajo yo sólo.
Hasta que el día llegó, Fausto murió. Mi promesa de fidelidad a continuar con las investigaciones y a guardar el secreto seguía en pie. Debía llevar el cuerpo de Fausto al laboratorio, lo cual estaba todo planeado. Antes de morir Fausto me había dado una copia de la bóveda para que lo pase a “buscar” en el momento oportuno. Así fue una noche, mientras Virginia dormía, accedí al lugar, retiré el cuerpo de Fausto y lo llevé al laboratorio. Lo dispuse con los otros para continuar con mi trabajo. El cual seguí día tras día y cada vez con más pasión por el tema. Por lo que Fausto me transmitió y por lo que a cada momento iba descubriendo.
Actualmente, creo ser la persona que más cerca esta de la inmortalidad. Llevo cumplidos 326 años y voy por más…
5 comentarios:
El suspenso es, creo, lo mejor que tiene este cuento. Trabajás con un mito tradicional (el del doctor Fausto),lo que podría traer como inconveniente que todo el mundo sabe cómo termina. Pero la frase final, "voy por más", le da una vuelta de tuerca que maravilla. Vamos, todavía.
Coincido. El final es lo mejor. Más que nada el voy por más y los tres punto suspensivos que coronan el misterio.
Cecilia Tijero
El cuento está lleno de suspenso y en el final con la frase "voy por más"... hacen que el final de la historia sea un misterio.
sabrina
Cuanto suspenso hay en tu relato,me aparecio acertado el tema de clonación ya que le podes un final mucho mas atrapante aún.
Mónica
muy bueno el desarrollo de trama del cuento, sos buena narrando los hechos se ve que trabajaste mucho para la creacion del mismo. se noto tu trabajo y tiempo dedicado.
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