Once años estuve a su servicio; yo no sé hacer otra cosa, y encima me lo tuvo que pedir antes de su muerte.
Todos los domingos me levanto temprano y paso por la cocina de servicio; todavía hay café para nosotros, mis compañeros dicen haber escuchado que muy pronto, habrá reducción de personal. Bebo de pie, junto a la ventana mientras el césped va expirando su aliento helado al sentir los primeros rayos de sol. Voy a la cochera y manejo el Chrisler hasta la puerta de la mansión donde lo espero cinco minutos. Ahora no sale.
Él se fue tranquilo, satisfecho, sabiendo que yo no iba a poder desobedecerlo. Ahora creo que me conocía más que yo mismo. Recién ahora comienzo a entender.
Hace veinte días se fue y ya he ido dos domingos al cementerio como lo hacía cuando tenía que llevarlo a él. Antes me quedaba en el auto, escuchaba música durante cuarenta y cinco minutos mientras lo miraba caminar por el sendero de la derecha contando sus ciento cinco pasos hasta llegar al banco blanco y sentarse mirando hacia adelante. Ahora yo cruzo el portal y realizo el mismo recorrido. Cuando llego al banco, me siento. El primer día vi, sobre el césped, una placa que dice “M. E. D. 1957-
Lo sepultamos hace veinte días, en el parque de su casa, a pedido de la viuda. Cuando agonizaba, él me mandó a llamar. La señora me dijo que me apresurara y yo subí corriendo la escalera. En la puerta de la habitación estaba esperando el cura pero a mí me indicaron que entre antes. Me acerqué a la cama y lo vi tan débil que tuve que inclinarme para escuchar su voz. Pensé que quería despedirse y al mismo tiempo sabía que eso no tenía mucho sentido. El viejo me dijo “No la dejes, el domingo”, cerró sus ojos y ya no habló. Pensé que deliraba por la fiebre y salí de la habitación.
Cuando me dieron la noticia de su muerte, para mí inesperada, sentí que su delirio bien podría haber sido su última voluntad y el viejo me tuvo a su disposición nuevamente.
Sin poder eludir la responsabilidad, al domingo siguiente fui al cementerio. Estaba yo sentado frente a esa lápida tan ausente de este mundo que no advertí, en principio, la presencia de una mujer joven que se había sentado a mi lado. Me sorprendí al verla y ella me miró sonriendo. Temí que fuera familiar de la persona sepultada y que me preguntara por qué estaba yo ahí. Entonces me paré rápidamente y cuando me disponía a salir de allí ella dijo mi nombre. Y aunque lo intenté, no pude darme vuelta para mirarla. Mi cuerpo no respondía a mis deseos entonces sólo pude preguntar dándole la espalda:
- ¿Nos conocemos?
-Sabía que vendrías - contestó con voz serena y tan dulce que me envolvió como un abrazo.
Entonces me di vuelta para verla y ya no había nadie. Busqué con la mirada alrededor… ¡en ese lugar no hay bóvedas ni muros, no hay forma de esconderse!
Con más razones, el segundo domingo volví. Crucé el portal y caminé por el sendero derecho los ciento cinco pasos. Me senté en el banco y miré alrededor para no estar desprevenido Era una mañana fría como todas las de Agosto, pero en poco rato empecé a sentir los rayos del sol en mi espalda y me encontré a gusto allí, comencé a percibir con todos mis sentidos, eso que se siente al entrar al hogar después de ausentarse por un tiempo. Los mismos rayos de sol me permitieron ver su sombra sobre el césped y me di cuenta que ella estaba de pie, detrás de mí. Otra vez la misma sensación en mi cuerpo y comprendí que no iba a poder darme vuelta para mirarla. Entonces le dije:
- Volviste.
Después de un instante de silencio, ella me respondió:
- Ya no te dejaré nunca más, el domingo.
26/10/08.
4 comentarios:
Creo que una de las grandes virtudes de este cuento es el uso de las frase s cortas, simples. Eso le da un ritmo especialmente adaptado a la creación del clima que va generando, desde la enigmática (juro que no la terminé de entender) frase inicial.
Hola.
Me gustó el cuento. La verdad tuve que leerlo varias veces para poder encontrarle el sentido; es decir, cuando lo terminaba de leer me quedaban "baches" en la historia; que no me permitían hilvanar.
Creo que la punta más amplia para empezar a ovillar la historia es el título "Identidad" y "el creí ser alguien que no soy". A partir de ahí se dibujó en mi mente el cuento del "Difunto Mr Evelsham" (sé que no se escribe así pero no tengo ganas de buscarlo)
Cecilia Tijero
Ana cuanto suspenso hay en el relato,es muy atrapante!Me gusto mucho y es muy interesante las fechas q pusiste porque uno se queda pensando aun mas.
me gusto el cuento y la forma en que esta narrado, muy buenas las descripciones, me quede pensando en el final, lo tuve que leer varias veces para entenderlo.
de Andrea Rolón
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