martes, 9 de septiembre de 2008

LA COMUNIROTA


Con un pequito papel de color, Martita salió esa diatreche de su casa. En ese papel llevaba cuenta de un sinfín de lugares donde debía llegar antes de la noche.
Martita era sumamente despisorientada; especialmente cuando andaba almidoronta y presionetada.
Subió a su moviuto y comenzó a dirimar, ojizando sin atendizar.
Repentinamente, nubras carbonizadas cubrieron el cielo de Calmirón y un lumibroso rayo azul partió el aire cayendo delante del moviuto de la mujoven. Como presa de un embrujo, la ciudad se quedó sin esquinas y las rectas calles de cemento se convirtieron en serpenteantes caminos que dirimaban todo dirino a su antojo.
Martita, presa del térrico, quizo frepar el moviuto para planirentar su rumbo. Pero al accionar el freparor, el moviuto quedó volarizando entre ondulantes e inciertos caminos como cintas aventizadas.
Dudando, introdujo la mano en su cartera y buscó su movilar para digitar el número de su amiga Sabrina, que era la más orgatódica y metizada de las personas que conocía y seguramente, algo sabría decirle.
Pero al marcar insosegadamente los números, algo salió mal y una voz extraña se escuchó del otro lado de la ranea.
- Hola- dijo una voz apedregullada y gravísima.
Martita no se alteró por la extrañeza, pensó que todo estaba descompuesto por la tormenta y seguramente también la ranea que sonaba arenizada. Por eso continuó con la comunirota.
- Sabrina, necesito tu ayuda. ¿Sapiensás que pasa en esta ciudad? Estoy perdida, no llego a ningún lado, la tormenta… No encuentro la dirección que busco.
-¡ Debió ser más premisa, prominente despiorrada y no prorrogar prorrumpiendo con su impune prosodia!- contestó la voz, escandalizada.
- Disculpe. Creo que he disacertado al digitar – respondió Martita, ahora, abandonada a su suerte.
- Siendo así, está dirimada y si puedo aporentarla en algo…- contestó la voz apedregullada, ahora con un tinte agudizado.
Mientras esto sucedía, el moviuto andaba por lugares conocidos para Martita pero, sin tener ella, la posibilidad de adueñarse del rumbo. Aunque esa voz, en el movilar, ahora parecía dargalarle la tralma que necesitaba.
Martita, entonces, confió su suerte a la voz desaña y dijo:
- ¿Qué puedo hacer para llegar a mi dirino?
- Sólo llegan los que siguen el camino de la intuición, aunque poco puedan controlar- se escuchó a la distancia.
En ese momento, como si nada hubiese sucedido antes, el cielo se despejó; los últimos rayos de sol de la diatreche se posaron sobre las paredes más altas de los edificios y la ciudad de Calmirón, anocheció serena.
Martita, estacionada en crucillo, interrumpió la comunirota. En pocos minutos retomó, alerena, su viaje, pensando comenzar a apostar a la venturidad.

Ana Pérez Cazal

5 comentarios:

claunaje dijo...

Ana, a pesar de ser más del mediodía y estar aquí desde muy temprano, cuando comensé a leer tu cuento me atrapó, lograste que dejara mi almuerzo para otro momento. Me gustaron tus palabras "nuevas".
Claudia Nájera

Anónimo dijo...

tu cuento me pareció interesante hubiese estado bueno ponerle un poco más de suspenso

Anónimo dijo...

Hola.
Creo que es un cuento que busca dejar una especie de enseñanza
Me gusta el sonido que tienen las palabras inventadas al leerlo en voz alta. Suena muy dulce e irónico a la vez, sobretodo el diminutivo utilizado en el nombre.
M. Cecilia Tijero

monica wooley dijo...

me parecio muy atrapante tu cuento,me encantaron las palabras inventadas.en lo personal considero tu cuento con mucho suspenso.lograste ponerme seria y concentrada cuando lo leia.quiero seguir leyendo,me encanto,seguilo!mónica.

Anónimo dijo...

MARÌA BRAMBILLA


Me gustaron las palabras que utilizaste y coincido en que dejan una moraleja