lunes, 22 de septiembre de 2008

Nausicaa en el hospital

por Ana Pérez Cazal

Camila estaba, otra vez, en el hospital. Había llegado allí al atardecer de ese día lluvioso de Julio, cuando Carmen estaba a cargo del grupo de enfermeras del sector de pediatría. A las once de la noche, habiendo culminado el turno, entraron, silenciosas, las enfermeras de la noche y, entre ellas, Alicia que al caminar por el pasillo giraba la cabeza en la puerta de cada habitación y retrocedió dos pasos para observar desde el umbral, el interior de la nueve, que estaba iluminada sólo por la luz del pasillo. Retomó su camino hacia la sala de enfermeras como si en los pies llevara zapatos de cinco kilos y se cruzó con Carmen, a la que sólo se le veían los ojos porque llevaba la cara tapada con una bufanda verde, un gorro de lana gruesa color gris, piloto y un paraguas.
-¿ A qué hora llegó Camila?- la detuvo Alicia.
- A las seis.
-¿ Y la madre?
- Esta vez vino sola. El chofer de la ambulancia le dijo a Roberto que la madre tenía que trabajar y el padre llega recién mañana.
- ¿Hay novedades para ella? ¿Llamaron?
- No sé, hablá con Gutiérrez- dijo Carmen mientras se alejaba apurada, enajenada.
Alicia se detuvo nuevamente, en el pasillo, pero esta vez se recostó en el marco despintado de un pequeño ventanal mirando las azoteas de los edificios apenas iluminadas por el mercurio de las calles. Y permaneció ahí por escasos minutos.
Al llegar a la sala de enfermeras se escuchó el timbre y el tablero se iluminó en el nueve. Alicia respiró como si no le alcanzara todo el aire de la habitación y exhaló un lamento que parecía brotar de las entrañas.
Cuando entró en la habitación escuchó su voz, entrecortada y más débil que la otra vez:
- Llegaste. Te estaba esperando.
Alicia se inclinó y le dio un beso en la frente. Camila continuó:
-¿ Me vas a contar otra historia?
La enfermera acercó una silla de un rincón oscuro de la habitación y se sentó diciendo:
- Preparate que voy a empezar:
“Era de noche, en una habitación del palacio de Alcinoo. La brisa tibia impulsaba el lánguido lienzo de la ventana que parecía danzar enredándose en los sueños de Nausicaa, una princesa muy joven de pelo largo y gran belleza, que dormía en su cama.
Nausicaa soñaba que su amiga, le aconsejaba que tuviera bien limpios sus vestidos porque pronto iba a enamorarse y sería importante que el hombre que le interesara pudiera verla radiante.
En la mañana Nausica se despertó dispuesta a lucir más linda que nunca y corrió al encuentro de sus padres a quienes solicitó permiso para ir, con las sirvientas, a lavar la ropa de la familia en el río. Su padre consintió su pedido e inmediatamente dio la orden a los criados de que le proporcionaran el carro y las mulas.
La doncella partió con sus esclavas llevando los vestidos, abundante comida, un saco de cuero repleto de vino y aceite para ungirse la piel.
Al llegar al río lavaron los vestidos y los tendieron a la orilla para que se secaran al sol. Luego almorzaron y jugaron con una pelota. La tarde encontró a las muchachas muy animadas, las risas se parecían a los alborotados trinos de los pájaros cuando regresan a sus nidos al atardecer. Ya se disponían a volver al palacio cuando se presentó ante ellas un hombre joven, robusto, desnudo y con aspecto de mendigo. Sus cabellos lucían opacos y enredados, su piel rojiza y reseca. Las doncellas, al verlo, corrieron hacia la rivera por temor, pero Nausicaa,, permaneció inmóvil frente al muchacho invadida por una repentina curiosidad. El hombre dijo:
- No te asustes, me llamo Ulises y estoy aquí porque he sufrido un naufragio. Hace varios días que todo lo que me sucede es desafortunado pero me he despertado al oír sus voces y cuando te he visto he sentido que mis días terribles han terminado. Eres tan bella que puedes distinguirte de las demás como una rosa en medio de la hierba silvestre y además tienes la bondad de prestarme atención a pesar de mi aspecto desdichado lo que demuestra que tienes un corazón sensible.
Con mirada suplicante solicitó a Nausicaa que tuviera la bondad de concederle alguna vestimenta y guiarlo a la ciudad donde ellas moraban para hallar la forma de volver a sus tierras.
Nausica presa de la fascinación dijo:
- No veo por qué podría negarte lo poco que me pides. Tu historia ha llegado a mi corazón.
Nausicaa ordenó a las sirvientas que le proporcionaran ropa, comida y bebida al huésped; y como él había permanecido largo tiempo en ayuno, comió con voracidad.
La princesa había quedado prendada por el joven náufrago pero mientras lo contemplaba, invadida de admiración, imaginó que si lo transportaba en su carro a la ciudad y la veían llegar con un forastero, los feacios supondrían que no consideraba dignos para contraer matrimonio con ella a los hombres de la ciudad. También pensó que su padre sentiría ira y consideraría insolente al joven que se atreviera a presentarse con su hija en el palacio y no le concedería la ayuda que necesitara para volver a su tierra.
Entonces ella le propuso que siguiera el carro que ella conduciría a la ciudad y que, al llegar al palacio se presentara ante su madre implorando su ayuda para cumplir sus deseos. Ella sabía que le iba a agradar. Ulises aceptó la propuesta; ella subió al carro, golpeó con el látigo las mulas y se alejó del río camino al palacio seguida por las sirvientas.
En el horizonte se recortaba la silueta de la ciudad de los feacios, mientras Nausicaa albergaba en su alma jubilosa ilusión. El enigmático acertijo de su destino le había develado una valiosa promesa de amor y felicidad. . .”
Alicia pudo darse cuenta de que Camila se había dormido con una incipiente sonrisa. Revisó la medicación de las dos pacientes de la habitación y salió.
Al día siguiente hubo reestructuración del personal y a Alicia le asignaron un nuevo sector de internación. Esa semana casi no tuvo respiro y cuando pudo llegar hasta el sector de pediatría, Camila ya no estaba. Alicia no preguntó.

2 comentarios:

claunaje dijo...

Ana, me dio mucha ternura tu cuento. Lograste, creo yo un buen final abierto. Qué pasó con Camila? su historia me atrapó más que la de Nausícaa.
claunaje

monica wooley dijo...

Ana me gusto mucho el cambio que le diste a tú relato al comienzo y al final del mismo.Me parecio muy atrapante.Coincido con Claudia que buen final abierto!