sábado, 20 de septiembre de 2008

NAUSICAA

por Andrea Yael Rolón

Cuentan los que saben que Nausicaa era una bella joven, hija del rey de los feacios Alcinoo y de Arete. Una mañana Nausicaa despertó movilizada por el sueño de la noche anterior. Al encontrarse con una de sus criadas le contó lo que había soñado y estaba ansiosa por realizar.
- Anoche he soñado con Línala, mi amiga de la infancia, me recordó lo abandonadas que están las prendas de la familia. Pediré permiso para que hoy por la tarde vayamos al río a lavarlas.
La criada de acuerdo a lo que Nausicaa le había manifestado comenzó a preparar lo necesario para llevar en el viaje. Nausicaa pidió permiso a sus padres y luego marcharon durante todo el día con el fin de lavar las prendas de toda la familia.
Llegaron al río, lavaron las ropas, la extendieron sobre la hierba y mientras las prendas se secaban se dispusieron a jugar a la pelota.
- Hace cuánto que no compartíamos un momento como éste- comento Nausicaa
- Realmente es divertido, debemos hacerlo más seguido- contesto una de sus criadas.
Ni bien terminó de pronunciar estas palabras la criada pateo la pelota y ésta cayó directamente al río. Todas comenzaron a gritar y alborotarse. De pronto, Nausicaa observó que detrás de un árbol apareció la silueta de un hombre desnudo. Sólo estaba cubierto por unas pocas ramas. Las criadas huyeron espantadas, sólo Nausicaa quedó quieta, estática en su lugar, sorprendida por la figura de aquel hombre que recién aparecía
-Hola hermosa mujer – pronunció el hombre
-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí y vestido de esa manera?
- Mi nombre es Ulises, de Ítaca, he sido víctima de un naufragio después de salir de la isla de Calipso. Luego de permanecer largo tiempo en el agua he sido arrojado, maltrecho, a esta isla que desconozco. Pero al encontrarme contigo creo que he llegado al Olimpo, hermosa dama.
Nausicaa se sonrojó, no sabía que contestar a los halagos que oía.
- No soy una divinidad del paraíso, mi nombre es Nausicaa, hija del rey de los feacios Alcinoo y de Arete.
- No pareces una mujer común, como las que he conocido, tienes algo especial, divino.
- Debes tener hambre después de haber pasado por un naufragio. Ven siéntate aquí que tengo frutas y provisiones para convidarte.
Nausicaa convidó con los alimentos que habían traído a Ulises y luego se dispuso a reñir a las criadas.
- Mujeres tontas, qué se les ha cruzado por la cabeza para desatender así a un enviado de nuestros dioses…
- Pero Nausicaa mira su aspecto, sus intenciones…
- Sus intenciones son buenas, sólo ha sufrido un accidente, lo cual justifica su aspecto. Si en vez de juzgar sin saber lo hubiesen escuchado sabrían que es una buena persona.
Las criadas avergonzadas le pidieron disculpas a Nausicaa y se dispusieron a recoger las prendas, pues ya estaba anocheciendo y era hora de regresar.
Nausicaa antes de volver al palacio, indica a Ulises el camino al mismo, allí lo esperará. Ella y sus criadas regresan en los carruajes en los que han ido al río.
A la mañana siguiente, Nausicaa amaneció contenta, por lo que había vivido el día anterior.
- Recuerdas al hombre que hemos encontrado ayer?- pregunta Nausicaa a una de las criadas.
- Por supuesto, qué sucede?
- Estoy enamorada de él, de su aspecto de héroe, de su voz… de todo.
-Nausicaa… crees que tú padre lo aceptará cómo tu esposo?
- Si, él quiere mi felicidad, y Ulises es el único que me la dará.
Dicho esto Nausicaa se retiró salticando por el pasillo principal del palacio, creyendo que su sueño se estaba por cumplir, por hacerse realidad.
Nausicaa esperaba que Ulises esa noche regrese, y así lo esperó durante las noches que siguieron. Sin saber que Ulises nunca lo hará. Lo único que le queda de él es su heredero.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustó el estilo de esta historia. Los diálogos la hacen muy llevadera.

Mirta scaglia

claunaje dijo...

Andrea, me gustó ,pero recordá que Ulises no estaba vestido. Cuando Nausícaa reta a sus criadas en lugar de accidente pondría naufragio. Fijate que a la última oración la escribiste en presente.
Un beso, nos vemos el viernes.
claunaje